Secreto terror guarda Bomarzo

Ciertos lugares, ciertas épocas y personajes desatan la facultad imaginativa. Sobrepasando los datos históricos o las huellas que la observación percibe e interpreta, generan –por su sugestión- nuevas imágenes, otras realidades: certezas y ficciones se entrelazan hasta formar el mito.

La personalidad de Andrea Orsini es una de aquellas más ricas en posibilidades proyectivas. Su desmesura imaginativa plasmó (en los jardines de Bomarzo), un bestiario delirante, más cercano a la pesadilla que al sueño. Con visión manierista, comprendió que una realidad fuera de su contexto natural, prohija ambigüedades, desacredita los datos de los sentidos y la razón. A partir de estas extrañas esculturas, Manuel Mujica Lainez urdió su célebre novela, más tarde llevada a la ópera por Alberto Ginastera.
Pero la personalidad de Orsini continúa atractiva, activando el mundo fantástico de Clelia Speroni. Impone a sus fantasmagorías una distancia que enfría el horror que presume, agazapado, en el elegante grafismo de su dibujo. Aún más, se sirve de montaje (al que llama díptico) para asegurar esa lejanía impuesta. Es un ejemplo de Vicino Orsini en el jardín de Bomarzo, dibujo a lápiz de grandes dimensiones. Un mínimo toque de color crispa toda la superficie. La crueldad no es obvia, sino que se desliza sutilmente, con recursos netamente gráficos. En varias piezas, la figura humana es compuesta con cierta reiteración –no casual- de lo anatómico. Se diría que con la resuelta precisión de una vivisección, antes que con el estremecimiento sensual traspuesto a la imagen.

También detalla ambientes más sosegados, como en el seráfico claustro que evoca a Fra Angélico. El color se vuelve casi nocturno y musical, dentro de la vivacidad del tono. Sabe sugerir presencias en la escueta arquitectura y en el estilizado jardín que integran el cuadro. Otra pieza de mérito es la recreación del elefante del jardín. Orsini hábilmente imbrica la figura en la totalidad del diseño, al que exalta con cromatismo alto e intenso.

Elba Pérez,1978.