Urgida por mandatos, así sentí la seriedad con la que me educaron mis familiares y mis maestros. Así van estas líneas como un deber más que acompaña el que tengo con mi profesión y mis semejantes.
Permanentemente adherida al oficio de pintar lo reivindico con convicción, litúrgicamente embebida en sesiones que suponen continuidad, esmero, respeto pensando en hacerlo cada vez mejor. Yo sé que en cada día mi pizarra está en la ejecución o en el pensamiento. Sé que la importante comunicación oral me llevó a conducir y acompañar en la realización a otros, que son muchos años y muchos otros.
La transmisión casi orquestal de un grupo pintando me devuelve una respuesta múltiple que hoy enriquece mi juicio y capacita mi propio análisis.
Sé que la batuta de director me dió ingredientes pulidos, perfilados que: me obligaron a no dejar ni un solo día en todos esos años, de mezclar pintura, hablar de pintura conmigo misma y con los otros.
Permanentemente adherida al oficio de pintar lo reivindico con convicción, litúrgicamente embebida en sesiones que suponen continuidad, esmero, respeto pensando en hacerlo cada vez mejor. Yo sé que en cada día mi pizarra está en la ejecución o en el pensamiento. Sé que la importante comunicación oral me llevó a conducir y acompañar en la realización a otros, que son muchos años y muchos otros.
La transmisión casi orquestal de un grupo pintando me devuelve una respuesta múltiple que hoy enriquece mi juicio y capacita mi propio análisis.
Sé que la batuta de director me dió ingredientes pulidos, perfilados que: me obligaron a no dejar ni un solo día en todos esos años, de mezclar pintura, hablar de pintura conmigo misma y con los otros.
Desde el comienzo de mi formación, al son de mi música, estaban los querubines de la fuente de Siena y los bajorrelieves de Donatello, los caballos de Paolo Uccello; no los olvidé, están conmigo.
Galería VYP
Clelia Speroni, mayo de 1994